Esta enfermera austrialana, especialista en cuidados paliativos, confiesa que “casi todas las personas expresan los mismos remordimientos antes de morir”:
1.- Ojalá hubiese tenido el coraje de vivir la vida que yo quería y no la que los demás esperaban de mí.
Este es el remordimiento más común. Cuando somos conscientes de que nuestra vida se está terminando, miramos hacia atrás y vemos todos los sueños que no hemos realizado. Mucha gente no se atreve a perseguir sus sueños y muere sabiendo que ellos son los responsables de las decisiones que los impidieron.
No somos conscientes de la libertad que tenemos por el mero hecho de estar sanos. Cuando llega la enfermedad, ya es demasiado tarde.
2.- Ojalá no hubiese trabajado tanto.
Este comentario me lo repitieron la mayoría de los hombres a los que asistí. Se arrepentían de no haber dedicado más tiempo a su pareja y a sus hijos cuando eran pequeños.
3.- Ojalá hubiese tenido el coraje de expresar mis sentimientos.
Muchas personas esconden sus sentimientos para evitar conflictos con los demás. El resultado es que se conforman con una existencia mediocre.
No podemos controlar las reacciones de los demás. Y, aunque al principio otra persona se moleste cuando somos honestos, eso hace que una relación crezca. O que se acabe una relación que no era saludable. En ambos casos, todo el mundo sale ganando.
4.- Ojalá hubiese mantenido el contacto con mis amigos.
Muchas personas no se dan cuenta de la importancia de los amigos hasta que la muerte se acerca. Nos absorbemos tanto en nuestras rutinas que dejamos marchitarse las amistades. Olvidamos ofrecer a nuestros amigos el tiempo y el esfuerzo que merecen.
En las últimas semanas de vida, lo único que importa es el amor y las relaciones. Todo lo demás -el dinero, el éxito profesional- es absolutamente irrelevante.
5.- Ojalá me hubiese permitido ser más feliz.
Desgraciadamente, este remordimiento también es muy común.
Muchas personas no se dan cuenta de que la felicidad es una opción hasta que la muerte se acerca. Muchos se han dejado arrastrar por el confort de la vida cotidiana, el miedo al cambio o a la reacción de los demás.
La vida está hecha de decisiones. Y es tuya. Decide.
Información recogida por Víctor J. Suberviola
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