viernes, 22 de septiembre de 2017

Reflexionando sobre la prostitución

Desde hace un tiempo vengo reflexionando sobre la prostitución. Todo comenzó a raíz de un artículo de Rosa Montero en El País Semanal, “Más bien que malsobre el tema de la gestación subrogada y que mencionaba que si sostenemos que las mujeres son dueñas de su cuerpo entonces también son dueñas de alquilar su capacidad reproductora. O de trabajar en la prostitución… como defiende el Colectivo Hetaira con el que colabora. Envié este artículo al grupo de bioética para sumar a otros artículos que estábamos leyendo sobre el tema de la gestación subrogada del que íbamos a debatir en la siguiente reunión. En ésta acabamos hablando de la prostitución y, como suele ser habitual e incluso deseable, hubo opiniones encontradas.


Mis reflexiones o dudas iban en la tendencia de aceptar que la prostitución había existido y existiría siempre y que había que considerarla como un trabajo de servicios más y por tanto respetar los derechos de l@s trabajadores/as. Me preguntaba por qué, si alguien lo prefiere, no puede ser trabajador/a del sexo, por qué es mejor trabajar ayudando en sus necesidades de higiene a un anciano o limpiando el hogar de otras personas o encajando en un almacén de naranjas doce horas de pie o soportando a un/a jefe/a dominante. Pensaba, ¿por qué le damos tanta importancia al sexo considerándolo un tema tabú, sagrado, y no una necesidad más que hay que satisfacer?. Dije que hay personas que, por sus características físicas o psíquicas, muy difícilmente conseguirán relaciones sexuales sin contraprestación económica: ¿les negamos la posibilidad de disfrutar del sexo?. Recuerdo una película “Las sesiones” con una magnífica Helen Hunt protagonizando una terapeuta sexual para discapacitados que también me hizo plantear este tema.

Elvira García Bello, la filósofa del grupo, tenía una opinión más firme que la mía considerando que el cuerpo de la mujer no puede ser utilizado como una mercancía. No la desarrollo aquí por miedo a no hacerlo de forma fidedigna y sería mejor que ella misma la expresara. Hubo miembros del grupo que estaban más favor de mi corriente y otros de la de Elvira, también hubo quién no opinó.

Pensamos que podía ser un buen tema para seguir trabajando y abordarlo en un taller. Elvira y yo decidimos presentarlo al próximo Congreso de SoVaMFiC. Lo hicimos con el título “Hablemos de prostitución, ¿o miramos para otro lado?” El Comité del Congreso no lo aceptó, considerando que había otras propuestas de mayor interés.

Bueno todo este largo preámbulo es para explicar por qué os recomiendo el libro “Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección” de Ana de Miguel (Ediciones Cátedra, Universidad de Valencia). Me lo recomendó mi hermana. Tiene un capítulo que titula “La prostitución de las mujeres, una escuela de desigualdad humana. En él critica lo que tantas veces oímos o decimos: “La legalización sirve para combatir las mafias”, “Los derechos de l@s trabajadores del sexo”, “El sexo es bueno, basta de puritanismo y represión”, “En todos los trabajos se vende el cuerpo: ¿qué diferencia hay entre vender ideas y vender cuerpos?”. Todo el libro trata de demostrar que seguimos en una sociedad patriarcal en que la igualdad y la libertad de las mujeres no es real. Es un libro feminista que habla de lo que es el feminismo, de su historia, de sus conflictos, de su lucha continua contra su mala prensa, del amor romántico, del azul y el rosa, de educación sexista, de la violencia de género, sobre lo privado y lo público, micromachismos incluidos. Insiste en que no hay que resignarse a la conversión del ser humano en mercancía como pretende la ideología neoliberal en boga. Os lo recomiendo encarecidamente, cada página es interesante y ayuda a reflexionar sobre nuestras vidas y las de los demás incluidos las de nuestros pacientes, por supuesto.

Entrada elaborada por: Vicenta Alborch Bataller