El
pasado mes de febrero, y como ya es habitual todos los años, se realizaron las
VII Jornadas de Humanización y Atención Primaria. En el transcurso de la sesión
apareció la cita del libro de Sándor Márai, “La hermana”. La cita decía:
“Me puso la segunda inyección, luego me sujetó la mano y
se sentó a mi lado. Me agradó el contacto de su mano. El dolor remitió y en
medio de aquella paz susurrante me tranquilizó sentir una mano que, en aquel
mundo extraño, en la miseria que me había caído encima de forma imprevista, me
transmitía sin sentimentalismo, que la ayuda y la compasión humanas seguían
existiendo. De pronto el dolor desapareció del todo”.
Nos encontrábamos participando en la segunda mesa de las
jornadas bajo el título de “Herramientas para cuidar”, dentro del entorno global
de la jornada de “CuidArte”, donde creo recordar, que fue una ponente de la
mesa, la que introdujo con acierto, esa nota del libro. Poco tiempo después, busqué la novela para descubrir si
la historia que ahí se contaba podía ampliar la reflexión que suscitaba la cita
que se referenció durante las jornadas. La editorial lo presentaba como:
“Escrita en
1946 a continuación de El último encuentro, esta novela es otro claro exponente
de la especial sensibilidad y talento del
autor húngaro para abordar las preocupaciones primordiales del ser
humano, aquellas que trascienden los momentos históricos y las fronteras
geográficas. La pasión, el dolor, la enfermedad, el éxtasis del arte y el
misterio de la muerte son algunos de esos temas intemporales que Sándor Márai
trata magistralmente en estas páginas, la última obra que publicó en su país
antes de exiliarse.
En la cumbre de
su fama como pianista, Z. se dirige en tren a Florencia invitado por el
gobierno italiano para dar un concierto. Poco antes de cruzar la frontera, se
siente indispuesto y, tras su actuación, debe ser ingresado en un hospital
florentino aquejado de una rara enfermedad vírica. Allí, mientras se debate
entre la vida y la muerte, tendrá lugar un diálogo intenso y decisivo con el
médico que lo atiende….
Pocas veces una
novela ha tratado con tanta elegancia y lucidez la profunda relación entre
médico y enfermo. Ante el ineludible encuentro con el dolor y la enfermedad, a
Z. sólo le queda bucear en los límites de su ser y de sus fantasmas personales”.
Buscando
referencias sobre el libro encontré la de Miguel de Loyola, que resume la esencia de la historia y que a
continuación reproduzco para aquellos que aún no han tenido la oportunidad de
leerla.
“Todavía hay novelas excepcionales… como un
descubrimiento. La hermana, novela
publicada en español recién en el 2007 por Salamandra, reúne también las
características de una obra perfecta, nada falta y nada sobra. La sensible
meticulosidad del artista no ha dejado un solo espacio de su creación sin
retocar para fortuna y placer del lector. La novela relata el encuentro
circunstancial de un escritor (narrador y personaje además de la historia) con
un afamado músico en un pequeño hotel de montaña durante la Segunda Guerra
Mundial. Los personajes han llegado allí a fin de descansar durante los días
previos a Navidad. Pero el invierno arrecia y la lluvia impide el paseo de los
turistas por los alrededores… aprovechar el buen tiempo para sus anhelados
paseos por el entorno del balneario invernal. Luego, terminada la estancia en
la montaña, ambos personajes ya no volverán a encontrarse otra vez. Pero, seis
meses después, el escritor —y narrador hasta aquí de la historia— se entera de
la muerte de Z, y recibe a través de la embajada un sobre dejado a nombre suyo
por el difunto músico. Se trata de un manuscrito prometido por Z durante sus
conversaciones en el hotel, donde narra en primera persona un largo episodio
relacionado con la extraña enfermedad que lo dejó inválido de una mano, marginándolo
de la música y la fama. El manuscrito da cuenta también de su larga
convalecencia…”
Mención especial merece la larga reseña de Angel Inoriza Rueda en http://www.doctutor.es/ de nuestra sociedad científica, donde además de aportar información sobre el momento histórico en el que fue escrita la novela, resume de manera concisa los argumentos que llevan al protagonista a formular la cita inicial y que fue la que me llevó a investigar sobre el libro:
“La novela de Sándor Márai estaba inacabada en 1944,
año en que los nazis poblaban su país, hasta que en 1945 fue liberado
por el ejército ruso. La obra, imbuida del ambiente bélico de la época
en que fue concebida (aunque sin ser éste el tema central de la
novela) no se publica hasta 1946.
Empieza el narrador, en primera persona,
a situarnos en las Navidades del tercer año dela Segunda Guerra Mundial… Todas estas posibilidades se plantea el protagonista de la historia
cuando comienzan los primeros síntomas de su enfermedad, lo que
los médicos llamamos pródromos. Y que ayudan a posteriori al diagnóstico cuando los síntomas son ya más
floridos pero aún no patognomónicos o definitorios. “El arte es siempre el arte del detalle”,
dice Márai. El artista es artista por encima de todo. Su obra, su voluntad
en el ejercicio, en el escrupuloso cuidado del detalle de la creación, su
talento, su intuición en transmitir con una nota, una pincelada o un
adjetivo aquel sentimiento que está casi por encima de todo. Mas no por
encima del hombre.
Agradecen siempre los
pacientes que sus médicos sean honestos y eficaces.
No me despreció como paciente, no me trató como a un niño, ni como
a un mentecato, respetó mi dignidad y eso me hizo sentir agradecido… Me
puso la segunda inyección, luego me sujetó la mano y se sentó a mi lado.
Me agradó el contacto de su mano…me transmitía sin sentimentalismo que la ayuda
y la compasión humanas seguían existiendo. De pronto, el dolor desapareció
del todo…”, confiesa Z.
en La Hermana”.
En esta obra, una de
las conclusiones que quedan claramente evidenciadas tras su lectura, es la
necesidad de humanizar la práctica médica, facilitando al paciente que se
convierta en participe de su propia salud. Es esa humanización, ese contacto
sincero y honesto con los pacientes, y que tal y como se recoge en la cita,
lleva al protagonista incluso a olvidarse de su propio dolor al sentirse
reconocido y reconfortado por la compasión humana. Sin embargo, y como
también se recoge en la obra, no siempre se da esa necesaria humanización. En
un momento del libro, el protagonista hace referencia a otra clase de médicos:
“Hay una clase de médico insoportable —le
dije—, ya sabe, el engreído e inhumano, que entra en la sala donde el moribundo
ya está morado, a punto de palmarla, y con cara alegre y frotándose las manos
le pregunta: «¿Cómo van las cosas, amigo?» Conoce a tipos así, ¿no?”.
En nuestro día a día se nos presentan situaciones en las que podemos
responder desde la humanización o la indiferencia. Nunca se da de forma total, pero
en nuestra actuación si que tenemos que definir una determinada forma de
proceder, así que pregunto: ¿qué ética profesional debemos tener?
Entrada elaborada por: Joaquín Abad
Entrada elaborada por: Joaquín Abad
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