lunes, 6 de mayo de 2013

Conflictos éticos frecuentes en Atención Primaria: Uso racional de medicamentos I

Iniciamos con esta una serie de entradas centradas en revisar cuales son los principales conflictos éticos que nos encontramos en las consultas de Atención Primaria y cuales son sus aspectos fundamentales. Intentaremos ilustrar cada conflictos con un caso que sirva como ejemplo de cual es el conflicto y como podemos enfrentarnos a ellos.

Comenzaremos en primer lugar por el llamado "uso racional de medicamentos". Cada día en nuestras consultas los profesionales de AP recetamos cientos de medicamentos, con lo que eso implica a nivel de costes, tanto para la administración como para los pacientes, y  efectos de esos medicamentos sobre los pacientes, tanto beneficiosos como perjudiciales.

Nosotros, como encargados de firmar las recetas, nos encontramos en el centro de varios frentes, con las presiones de la administración (en ocasiones justificadas y en otras no) para ahorrar dinero y disminuir el gasto, las presiones de los laboratorios como ya se ha comentado en entradas anteriores con los comerciales en los centros de salud y sus diferentes métodos de promoción y finalmente las presiones de los propios pacientes  solicitando recetas de determinados medicamentos.



Además de esto nos enfrentamos a frecuentes conflictos por la prescripción derivada, ya sea por profesionales de la medicina privada como por especialistas de la propia administración que no realizan sus prescripciones y remiten al paciente a nuestras consultas para que actuemos como secretarios. La ley deja bastante claro que no podemos hacer recetas de especialistas privados y que cada profesional ha de asumir sus propias prescripciones sin remitir al paciente a otros, pero cada caso es diferente y debemos valorar como resolvemos cada situación de forma individualizada.


Esta situación hace que nos enfrentemos a dilemas en los que colisionan la autonomía de los pacientes, con la justicia y la buena utilización de los recursos disponibles, la beneficencia por los efectos positivos de los fármacos con la maleficencia por las enfermedades iatrogénicas.

Caso clínico:

Juan es un paciente de 55 años de edad que trabaja como comercial en una empresa. En una analítica rutinaria del control de salud laboral se encuentra una cifra de Colesterol de 240mg/dl y LDL de 159mg/dl. No tiene ningún otro factor de riesgo cardiovascular  asociado ni ninguna otra patología.
Alarmado con los resultados acude a nuestra consulta solicitando que le recetemos el último hipolipemiante que ha salido al mercado (casualmente el mas caro), que dos compañeros de trabajo le han dicho que es infalible para disminuir las cifras y poder mantener su ritmo de vida actual, que para él es importante ya que tiene comidas de trabajo casi a diario.
El médico le explica la no indicación en su caso de utilizar fármacos de inicio y realizar una modificación de estilos de vida hasta un nuevo control y valorar nuevamente las cifras. Ante esto, Juan se niega y solicita la receta ya que el no piensa cambiar su estilo de vida y aun así quiere bajar el colesterol para no tener riesgo de infarto y sabe que con las pastillas lo conseguirá.

¿Nos suena? ¿Como debería actuar el médico? En la próxima entrada aportamos ideas.


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