martes, 15 de mayo de 2018

Hemos leído... La hermana, de Sándor Márai


El pasado mes de febrero, y como ya es habitual todos los años, se realizaron las VII Jornadas de Humanización y Atención Primaria. En el transcurso de la sesión apareció la cita del libro de Sándor Márai, “La hermana”. La cita decía:

“Me puso la segunda inyección, luego me sujetó la mano y se sentó a mi lado. Me agradó el contacto de su mano. El dolor remitió y en medio de aquella paz susurrante me tranquilizó sentir una mano que, en aquel mundo extraño, en la miseria que me había caído encima de forma imprevista, me transmitía sin sentimentalismo, que la ayuda y la compasión humanas seguían existiendo. De pronto el dolor desapareció del todo”.
Nos encontrábamos participando en la segunda mesa de las jornadas bajo el título de “Herramientas para cuidar”, dentro del entorno global de la jornada de “CuidArte”, donde creo recordar, que fue una ponente de la mesa, la que introdujo con acierto, esa nota del libro. Poco tiempo después, busqué la novela para descubrir si la historia que ahí se contaba podía ampliar la reflexión que suscitaba la cita que se referenció durante las jornadas. La editorial lo presentaba como:
“Escrita en 1946 a continuación de El último encuentro, esta novela es otro claro exponente de la especial sensibilidad y talento del  autor húngaro para abordar las preocupaciones primordiales del ser humano, aquellas que trascienden los momentos históricos y las fronteras geográficas. La pasión, el dolor, la enfermedad, el éxtasis del arte y el misterio de la muerte son algunos de esos temas intemporales que Sándor Márai trata magistralmente en estas páginas, la última obra que publicó en su país antes de exiliarse.
En la cumbre de su fama como pianista, Z. se dirige en tren a Florencia invitado por el gobierno italiano para dar un concierto. Poco antes de cruzar la frontera, se siente indispuesto y, tras su actuación, debe ser ingresado en un hospital florentino aquejado de una rara enfermedad vírica. Allí, mientras se debate entre la vida y la muerte, tendrá lugar un diálogo intenso y decisivo con el médico que lo atiende….
Pocas veces una novela ha tratado con tanta elegancia y lucidez la profunda relación entre médico y enfermo. Ante el ineludible encuentro con el dolor y la enfermedad, a Z. sólo le queda bucear en los límites de su ser y de sus fantasmas personales”.

Buscando referencias sobre el libro encontré la de Miguel de Loyola, que resume la esencia de la historia y que a continuación reproduzco para aquellos que aún no han tenido la oportunidad de leerla.

“Todavía hay novelas excepcionales… como un descubrimiento. La hermana, novela publicada en español recién en el 2007 por Salamandra, reúne también las características de una obra perfecta, nada falta y nada sobra. La sensible meticulosidad del artista no ha dejado un solo espacio de su creación sin retocar para fortuna y placer del lector. La novela relata el encuentro circunstancial de un escritor (narrador y personaje además de la historia) con un afamado músico en un pequeño hotel de montaña durante la Segunda Guerra Mundial. Los personajes han llegado allí a fin de descansar durante los días previos a Navidad. Pero el invierno arrecia y la lluvia impide el paseo de los turistas por los alrededores… aprovechar el buen tiempo para sus anhelados paseos por el entorno del balneario invernal. Luego, terminada la estancia en la montaña, ambos personajes ya no volverán a encontrarse otra vez. Pero, seis meses después, el escritor —y narrador hasta aquí de la historia— se entera de la muerte de Z, y recibe a través de la embajada un sobre dejado a nombre suyo por el difunto músico. Se trata de un manuscrito prometido por Z durante sus conversaciones en el hotel, donde narra en primera persona un largo episodio relacionado con la extraña enfermedad que lo dejó inválido de una mano, marginándolo de la música y la fama. El manuscrito da cuenta también de su larga convalecencia…
              Mención especial merece la larga reseña de Angel Inoriza Rueda en http://www.doctutor.es/ de nuestra sociedad científica, donde además de aportar información sobre el momento histórico en el que fue escrita la novela, resume de manera concisa los argumentos que llevan al protagonista a formular la cita inicial y que fue la que me llevó a investigar sobre el libro:


         “La novela de Sándor Márai estaba inacabada en 1944, año en que los nazis poblaban su país, hasta que en 1945 fue liberado por el ejército ruso. La obra, imbuida del ambiente bélico de la época en que fue concebida (aunque sin ser éste el tema central de la novela) no se publica hasta 1946.
          Empieza el narrador, en primera persona, a situarnos en las Navidades del tercer año dela Segunda Guerra Mundial… Todas estas posibilidades se plantea el protagonista de la historia cuando comienzan los primeros síntomas de su enfermedad, lo que los médicos llamamos pródromos. Y que ayudan a posteriori al diagnóstico cuando los síntomas son ya más floridos pero aún no patognomónicos o definitorios. “El arte es siempre el arte del detalle”, dice Márai. El artista es artista por encima de todo. Su obra, su voluntad en el ejercicio, en el escrupuloso cuidado del detalle de la creación, su talento, su intuición en transmitir con una nota, una pincelada o un adjetivo aquel sentimiento que está casi por encima de todo. Mas no por encima del hombre.
         Agradecen siempre los pacientes que sus médicos sean honestos y eficaces.
No me despreció como paciente, no me trató como a un niño, ni como a un mentecato, respetó mi dignidad y eso me hizo sentir agradecido… Me puso la segunda inyección, luego me sujetó la mano y se sentó a mi lado. Me agradó el contacto de su mano…me transmitía sin sentimentalismo que la ayuda y la compasión humanas seguían existiendo. De pronto, el dolor desapareció del todo…”, confiesa Z. en La Hermana”.

En esta obra, una de las conclusiones que quedan claramente evidenciadas tras su lectura, es la necesidad de humanizar la práctica médica, facilitando al paciente que se convierta en participe de su propia salud. Es esa humanización, ese contacto sincero y honesto con los pacientes, y que tal y como se recoge en la cita, lleva al protagonista incluso a olvidarse de su propio dolor al sentirse reconocido y reconfortado por la compasión humana. Sin embargo, y como también se recoge en la obra, no siempre se da esa necesaria humanización. En un momento del libro, el protagonista hace referencia a otra clase de médicos:

Hay una clase de médico insoportable —le dije—, ya sabe, el engreído e inhumano, que entra en la sala donde el moribundo ya está morado, a punto de palmarla, y con cara alegre y frotándose las manos le pregunta: «¿Cómo van las cosas, amigo?» Conoce a tipos así, ¿no?”.
En nuestro día a día se nos presentan situaciones en las que podemos responder desde la humanización o la indiferencia. Nunca se da de forma total, pero en nuestra actuación si que tenemos que definir una determinada forma de proceder, así que pregunto: ¿qué ética profesional debemos tener?

Entrada elaborada por: Joaquín Abad